
07 Sep Bendita virtualización
Son las 6.30 de la mañana y me encuentro en el aeropuerto de El Prat. Tengo una reunión en Madrid y la cita es a las 10 de la mañana.
Sentado en los bancos próximos a la puerta de embarque, me termino el café que he pedido en uno de los stands del aeropuerto.
Con un sonido agudo, mi BlackBerry me comunica que he recibido un email. Algo temprano, pienso, pero no soy el único que hoy ha madrugado. Mi director de compras me comunica un cambio de última hora que debo actualizar en el documento que presentaré en la reunión. En el correo me adjunta dos imágenes más que deberé incluir también. El cambio es sencillo. Abro mi pc, y espero que inicie la sesión. Bendito Wi-Fi y bendita virtualización. Desde que la compañía apostó por subir toda la información a la nube, todos hemos salido ganando. En un momento accedo a toda la documentación de la compañía, y aunque rodeado de gente todavía desperezándose, lo que veo en mi pantalla es lo mismo que si estuviera sentado en la mesa de mi despacho. Lógico, si el portátil que llevo hoy fuera el que uso en la oficina, pero hoy llevo uno de recambio por un pequeño desastre que sucedió en mi portátil mientras bebía un vaso de agua. Ayer me quedé sin ordenador, pero gracias a que tenía mi información protegida y en un servidor externalizado, en la nube, mis datos están intactos. Ni siquiera tuve que esperar a que me dieran un ordenador de sustitución con las aplicaciones y permisos que debo tener. Un compañero me prestó su portátil, no hacía falta reconfigurarlo para mí ya que mi perfil de usuario no está asociado al dispositivo físico que utilice para conectarme sino que también esta en la nube y asociado a mi cuenta de acceso.
Abro los archivos recibidos y los adjunto al documento de la presentación. No me he dado ni cuenta y sólo falto yo por embarcar, apago de golpe el ordenador y entro en el avión.
9 de la mañana y ya estoy en Madrid. Todavía tengo una hora hasta la reunión así que tengo tiempo suficiente para acabar del documento. Me meto en la primera cafetería que encuentro. Enciendo el ordenador, conecto el 3G y entro en mi sesión. Todo está tal cual lo dejé cuando apagué el ordenador ya que para nuestro sistema en la nube yo únicamente me había desconectado pero mi sesión de trabajo ha seguido activa justo en el punto donde la dejé.
Me tomo otro café mientras acabo el archivo y me voy a la reunión dando un paseo.
La reunión ha salido a pedir de boca y además hemos conseguido adelantar dos fases del proyecto que tenemos entre manos, con lo que mañana nos reuniremos de nuevo. Prevenido, llevo una muda de más y había reservado hotel.
Amablemente, el cliente me facilita un espacio para que pueda estar trabajando durante el día.
Es tarde y estoy cansado. Hoy ha sido un día muy productivo. Me voy al hotel.
Llego al hotel y subo a la habitación. Dejo mi ligero equipaje y abro el ordenador para seguir trabajando mientras me tomo la cena.
Batería baja. Vaya, este pc de sustitución no tiene batería de larga duración. Abro la bolsa del pc. No puede ser, me he equivocado y he cogido el cargador del otro ordenador.
No me queda mucho para acabar el documento, así que me termino la cena y bajo a recepción. Lo bueno de este hotel, es que la “sala de ordenadores” está algo aislada del ruido y con una mesa bastante amplia para poder trabajar.
Probablemente el ordenador del hotel tenga algunas restricciones y no creo que pueda entrar desde “Escritorio remoto”.
Ni siquiera lo pruebo. Directamente abro el Explorer e introduzco una dirección web.
Automáticamente se me abre una ventana que me solicita nombre de usuario y contraseña. Introduzco mis datos (nombre y usuario que uso en mi sesión de la oficina) y aparece una nueva ventana.
Mientras que si me conecto mediante el escritorio remoto de mi pc, accedo directamente a mi sesión, conectándome vía web tengo varias opciones:
- Abrir documentos personales
- Abrir documentos compartidos
- Abrir el ERP de la compañía
- Abrir el CRM
- Abrir la aplicación de office que quiera o;
- Abrir mi escritorio completo.
Escojo la última opción dado que usaré varias aplicaciones de Office y también necesitaré entrar en el CRM.
En 15 minutos he terminado. Cierro mi sesión y vuelvo a la habitación.
Desde luego, esta semana puede considerarse “Semana Ley de Murphy” porque todo lo que podía pasar que pudiera arruinar la reunión de hoy, ha pasado. Sin embargo, aunque atado a las tecnologías, porque las necesito para realizar mis funciones en la oficina, desde que mi información está en la nube disfruto de una flexibilidad y una capacidad de reacción que al mismo tiempo me permite no ser dependiente del ordenador ni de todo lo que éste contiene para que yo pueda seguir trabajando.
Quedarme sin batería o derramar un vaso de agua no me ha impedido seguir trabajando ni siquiera he perdido tiempo buscando una solución.
La semana que viene me traeré mi iPad, podré trabajar igual y es más ligero. Al final comodidad y trabajo no tiene porque estar reñidos.